“…uno envejece más rápido en los retratos que en la vida real”.
A Gabriel García Márquez le pasaba lo que a mí.
No soy consciente de cómo el tiempo me afecta, hasta que veo una foto y digo ¡Dios mío! ¡Qué vieja estoy! !
Mientras tanto, no me doy cuenta.
Este otoño he aprendido a montar en moto, por ejemplo. Dispuesta a recibir el conocimiento y el aprendizaje con todas mis células, sin pensar que tienen cincuenta y seis años. ¡Pues claro!
En los retratos se aprecian las arrugas del tiempo. Desde dentro, no se ven.