Los ataques de pánico no existen.

Los inventamos. Los creamos. Los sentimos. Pero no son reales.

Cuando sufrimos una crisis de ansiedad, o ataque de pánico, creemos que nos morimos. Es una sensación de muerte inminente. Nada más terrorífico que una amenaza de muerte. Y que no puedes hacer nada para evitarlo.

Es que parecen de verdad porque los síntomas son físicos, los podemos notar.
A veces son todos los indicadores de un ataque al corazón: dolor en brazo, taquicardia, opresión en el pecho. Te mides el latido y es normal.

Otros, como en mi caso, sentía cómo los músculos de mi garganta sufrían un espasmo y aprisionaban mi tráquea hasta asfixiarme. El horror.

Pero sobrevivimos. Con una simple bolsa de papel.

La primera vez que me pasó tenía 24 años y estaba riéndome con mi padre. Ni estrés, ni enfado, ni crisis, ni nada.  Era la víspera de mi regreso a Nueva York, donde trabajaba y disfrutaba.

Cuando llegué a Urgencias de un gran hospital gritando que me moría, nadie movió una pestaña, me enchufaron la bolsita en nariz y boca y en diez minutos tenía la admisión y el alta. Y Valium 10 en el bolsillo.

No me mediqué. Una crisis de ansiedad es una megadosis de cortisol, la hormona del estrés, y sus antagonistas son la oxitocina y la dopamina, no el valium.

Claramente respirar pausadamente relaja el sistema nervioso, pero también me di cuenta de algo importantísimo: mi cerebro había elaborado por su cuenta una idea que tenía un impacto en mi cuerpo.

Si los síntomas no obedecen a un síndrome real, o un evento agudo de una enfermedad, el ataque de pánico no existe, se lo ha inventado mi mente.

Decidí probar a engañar a mi cerebro.

Cuando mi garganta empezaba a estrecharse, me iba con mi mente a mi actividad favorita; me iba a coger olas a mi playa gallega favorita y lo hacía “real”. Evocaba y re-vivía la fuerza del agua, el frescor de la espuma, mi cuerpo dirigiendo el movimiento y la sensación de disfrute que me producía.

Mi cerebro, en ese momento, completamente engañado, estaba pensando que ésa era su realidad en el presente. Y un cerebro feliz, segrega la química asociada al bienestar: las hormonas oxitocina y dopamina. Justo el antídoto del cortisol

Y funciona. Nunca he vuelto a sufrir una crisis de ansiedad. Había aprendido a “fabricar una pausa de serenidad”.

Todo lo que enseño desde la experiencia tiene un fundamento científico. Una de las investigadoras de referencia en este ámbito, Loretta Breuning, PhD me invitó a su podcast y lo tituló "Panick Attacks". Hablamos del cómo y por qué de las crisis de ansiedad y su explicación de por qué la evocación funciona. https://lnkd.in/efa3bBnJ
(En inglés)
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Te propongo enseñar a tus equipos a aprender a fabricar una pausa de serenidad. En un minuto. Con el cuerpo, la respiración y la mente. Tres pasos para neutralizar momentos de ansiedad. Es útil y práctico. Todos podemos.

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