Treinta mil mujeres y un anciano
El domingo participé en la Carrera de la Mujer
La verdad es que correr, correr, era prácticamente imposible.
Treinta y dos mil mujeres son muchos cuerpos, muchas diferentes velocidades y era dificilísimo esquivar o adelantar a las miles que no iban a correr, sino a caminar y parar a hacerse fotos, cantar y saludar.
En cualquier caso, estábamos muy compactadas aunque ocupáramos todos los carriles del recorrido.
Así empecé a ponerme razones para abandonar: no puedo correr como quiero, hace mucho calor, mejor me voy con mi hijo que es el Día de la Madre, aún tengo que hacer el pisto...
Llegando a la Glorieta de Bilbao, los tres carriles de ida y los tres de vuelta de la calle Carranza, estaban ocupados por nosotras corriendo y andando.
Un anciano, con bastón, con su bolsita del supermercado y cara de horror, trataba de poner el pie en la calzada y cruzar al otro lado. Era absolutamente imposible.
Paré el Garmin, el reloj que graba los datos de rendimiento deportivo, me acerqué a él y le pregunté si necesitaba ayuda.
Me miró como si fuera una marciana rosa, y me contestó con un simple "sí". Pero yo no podía tampoco avisar y parar a todas las corredoras, y a la vez sostener y ayudar a caminar al señor.
Le pedí que esperara un momento y fui a buscar a uno de los policías municipales. El agente, encantador, se ofreció como garante del cruce.
Gracias a su uniforme, sus ademanes y sobre todo, su silbato, las participantes se daban cuenta de la situación y colaboraban para que el anciano llegara ileso al otro lado.
Cuando puse el Garmin en marcha otra vez me di cuenta de que tenía más energía, me encontraba mejor, y no tenía dudas de que iba a terminar la carrera.
Aún hoy me pregunto ¿Por qué me paré? Parar significa que el ritmo medio me saldrá peor.
Creo que fue un chute de amor directo al turbo 😉
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Muy recomendable también hacer una pausa de serenidad para conectarte a tu propia energía. En cualquier momento y lugar.
Escríbeme y te cuento cómo 😊